De una economía lineal, a una economía circular.

La economía circular nace para dar respuestas a los problemas ocasionados por nuestro tradicional modelo de producción y consumo, inspirado en la economía lineal, un modelo económico basado en la idea de "producir, utilizar y desechar", que, aunque hasta ahora nos ha servido para alcanzar un desarrollo  económico jamás visto antes en toda la historia de la Humanidad, ahora ha demostrado ser insostenible e ineficaz.

En el modelo económico lineal, la producción de nuestros bienes depende de unos recursos limitados que son extraídos sin control; la utilización de esos bienes se realiza durante el escaso período de tiempo que dura su vida útil, y exclusivamente para responder a la finalidad con la cual fueron creados; y, finalmente, su destino es el de acabar siendo desechados en un vertedero donde cada vez ocupan más espacio y donde la cantidad de sustancias contaminantes es elevadísima.

En la economía lineal, por tanto, podríamos decir que nuestros productos atraviesan tres fases diferenciadas: producción, utilización y desechado, que, salvo en los estadios de transformación, no existe ninguna relación entre ellas, y son totalmente independientes entre sí.

                          
Por otra parte, el modelo económico circular está inspirado en el ciclo biológico, en cuyos procesos todas las fases de la vida están conectadas y contribuyen a generar nueva vida. En el ciclo biológico, el nacimiento de cada ser vivo depende de otros seres vivos que, al reproducirse, generan nueva vida. Ese nuevo ser vivo generado, a lo largo de su vida, tiene numerosas funciones, sirviendo de utilidad de forma constante a otros seres vivos. Finalmente, al morir ese ser vivo, cuando llega el término de su vida, sus desechos sirven como materia prima para que otros seres vivos puedan aprovecharla, contribuyendo a generar nuevos ciclos.

Por tanto, en un modelo económico circular, las diferentes fases que atraviesa el producto o bien fabricado están conectadas y se nutren mutuamente: la producción ya no depende exclusivamente de los recursos limitados, pues los recursos de los nuevos productos son componentes de otros productos que ya existen; la utilización se prolonga en el tiempo y no se reduce exclusivamente a aquella para la que el producto fue originalmente diseñado, puesto que este puede ser utilizado para muy diversas funciones, al margen de aquella función primigenia para la que fue diseñado; y, finalmente, al término de su vida útil, en lugar de acabar en un vertedero, los desechos del producto sirven para producir nuevos productos, ya que sus diferentes componentes son útiles como componentes de nuevos productos.




Para pasar de una economía lineal a una economía circular, por tanto, se necesita cerrar el círculo y pasar de un modelo de producir-utilizar-desechar, a un modelo en el que todas las fases del producto estén conectadas, creando una dependencia entre las unas y las otras para poder generar nuevos productos, de la misma manera que todos los seres vivos dependen los unos de los otros en el ciclo biológico para crear nuevos seres vivos.

En la naturaleza, cada ecosistema está formado por un conjunto de seres vivos que conviven en armonía y que se necesitan mutuamente para garantizar la supervivencia del ecosistema y, por ende, su propia supervivencia. Sin embargo, nuestro mercado está formado por un conjunto de productos independientes los unos de los otros, que, no solo no contribuyen entre sí para generar nuevos productos, sino que cada producto intenta posicionarse por encima de otro, provocando que cada poco tiempo un nuevo producto entre en el mercado, dejando obsoleto al anterior, lo que se traduce en la necesidad constante de nuevos recursos para producir nuevos productos, por un lado, y en el veloz aumento de los residuos, cada vez que los productos quedan inservibles tras su obsolescencia, por el otro.

Nuestro mercado está sostenido por un modelo de producción y consumo lineal que, aunque ha sido, hasta ahora, muy lucrativo desde el punto de vista económico, ha generado una enorme cantidad de problemas medioambientales. Al extraer de manera tan voraz las materias primas de la naturaleza, transformarlas después por medio de procesos contaminantes en nuestros productos y, finalmente, acabar desechando estos productos en auténticas montañas en los vertederos, hemos provocado que nuestras materias primas escaseen, que nuestros productos acaben siendo inservibles al poco tiempo y que ya apenas dispongamos de espacio para tirar nuestra basura.

Nuestros ecosistemas están sostenidos por un modelo circular, que no sólo es capaz de satisfacer las necesidades de los seres vivos que en ellos habitamos, sino que estos operan de manera que garantizan el buen estado de salud del propio ecosistema para que pueda seguir operando.
Un mercado que escasea en materias primas, que satisface las necesidades de los consumidores durante un plazo muy corto de tiempo y que genera grandes cantidades de desechos inservibles no es sostenible. Un mercado con esas características es un mercado en mal estado de salud, es un mercado enfermo y, por tanto, es un mercado que, en un determinado momento, no tendrá la capacidad para responder a las necesidades de los consumidores y, por ello, desaparecerá.
Un ecosistema que actúa siguiendo sus propios ciclos biológicos siempre está en buen estado de salud y siempre es capaz de responder a las necesidades de los seres vivos que en él viven, de manera permanente.

Sin embargo, por culpa de nuestro modelo económico, hemos alterado también los propios procesos y ciclos biológicos de nuestros ecosistemas y, aunque siguen siendo capaces de albergar la vida, no pueden hacerlo en las mismas condiciones que cuando permanecían inalterables. Nuestro modelo económico no sólo se destruye a sí mismo, sino que destruye también nuestro Planeta. Necesitamos los recursos de nuestro Planeta para sobrevivir, y necesitamos gestionar estos recursos para poder desarrollar nuestra actividad económica. Está claro que el modelo lineal no funciona y que el circular sí lo hace.

Pensemos en el ciclo biológico de cualquier ser vivo, en el de una planta, por ejemplo. Como bien sabemos, el ciclo de la vida se resume en las siguientes fases: nacer, crecer, reproducirse y morir. Así, nuestra planta nace a través de una semilla procedente de los frutos de otra planta madura, va creciendo progresivamente y, si las condiciones son óptimas, alcanzada la madurez, producirá frutos en los que albergará nuevas semillas, que generarán a su vez nuevas plantas. Pasado un tiempo, nuestra planta perecerá, sirviendo sus restos como materia orgánica que utilizarán otros seres vivos de diversas maneras, generando otros recursos naturales y contribuyendo a nuevos ciclos
biológicos. Además de su propio desarrollo, durante el ciclo biológico de la planta en cuestión, esta está sirviendo constantemente a múltiples fines subsidiarios: sirve para refugio de otros seres vivos, provee de alimentos a seres humanos y animales, sus hojas, cuando caen en otoño, se convierten en nutrientes para el suelo, etc. Como vemos, desde que la planta nace hasta que muere (e incluso después de muerta), se produce un “círculo” biológico en el que todos los procesos y elementos cumplen una función, que sirven para crear o regenerar vida.

En este sentido, imaginemos ahora que hablamos de un ordenador portátil, en vez de una planta. Para fabricar un ordenador son necesarias, aproximadamente, 1,8 toneladas de materiales, incluidos  1.500 litros de agua, 240 kg de combustibles y 22 kg de productos químicos. De este modo, si tenemos en cuenta que un portátil pesa entre 1 y 2 kg, esto significa que solo entre el 0,1 % y el 0,05 % de los
materiales que son empleados componen finalmente el producto. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 47 millones de ordenadores fueron desechados en 2012, de los cuales menos de un 25 % fueron reciclados, lo que significa que, trasladando los datos que se acaban de exponer a un ordenador portátil en concreto, como el que estoy usando ahora mismo, el 99,8 % de los materiales empleados en su fabricación se convirtieron en basura, para no volver a ser utilizados
nunca más.

Mientras que nuestra planta nace de la semilla de otra planta, empleando el 100 % de su materia orgánica, y contribuye constantemente a la generación de nuevos ciclos, nuestro ordenador “nace” gracias a la transformación de una mínima parte de otros centenares de productos, de los cuales casi el 100 % son desechados y no generan más que basura. Nuestro ordenador representa ese sistema lineal en el que se extraen recursos, se transforman y se desechan, y donde, generalmente, los materiales empleados solo tienen una utilidad y no contribuyen a la generación o regeneración de nuevos productos, una vez que se acaba la vida útil del producto primigenio.

A todo esto hay que añadirle que, mientras algunas especies de plantas, como los robles, los castaños o los olmos, pueden llegar a vivir, si las condiciones lo permiten, varios cientos de años (incluso al-
gunos ejemplares de estos árboles datan de hace más de mil años), la inmensa mayoría de los bienes tecnológicos están “programados para morir”, dado que prácticamente la totalidad de estos productos están fabricados con una obsolescencia programada para que, pasados `x ́ años resulten inservibles y tengan que ser sustituidos por otros más nuevos. Así, mientras que un árbol está generando materia orgánica y vida constantemente, durante décadas o siglos, empleando el 100 % de la materia orgánica que necesita, un ordenador portátil o cualquier aparato tecnológico, que emplea efectivamente una ínfima parte de las materias primas requeridas para su elaboración, solo puede ser utilizado durante 3, 4 o 5 años, desechando el resto de los materiales, así como el producto final, una vez concluida su vida útil, a un vertedero donde lo único que se genera son residuos contaminantes de los que solo un
porcentaje muy pequeño se vuelve a emplear.

Nuestros ordenadores deberían estar fabricados de manera tal que sus componentes pudiesen ser utilizados en posteriores procesos de producción, así como estar fabricados ellos mismos con componentes de otros productos anteriormente fabricados que ya fueron desechados. La economía circular, por tanto, consiste, en líneas generales, en conectar las fases del producto, valiéndose de los productos ya existentes, diversificando la utilidad de estos productos y eliminando los residuos, que pasarían a convertirse en nuevos recursos, en nuevas materias primas. En la naturaleza no existen los residuos, los desechos de unos seres vivos se convierten en alimento, en recursos para otros seres vivos. El fin de un ser vivo sirve como comienzo o continuación de otra vida, y, en la economía circular, el fin de un producto sirve para el comienzo o continuación de otro producto.

Por esta razón, nuestro mercado debería empezar a operar más como un ecosistema y pasar de un modelo lineal a uno circular y, como un mercado se basa en el modelo de producción y consumo al que debe dar respuesta, la responsabilidad de cambiar el modo de operar del mercado, depende tanto de los productores, como de los consumidores, de la misma manera que un ecosistema depende de todos y cada uno de los seres vivos que en él habitan. Por tanto, dar el paso de una economía lineal a una economía circular, además de ser necesario, depende de todos nosotros.

Ahora bien, la economía circular es un fenómeno mucho más ambicioso y amplio, se nutre de diferentes teorías y tiene una serie de principios y características propias. Por tanto, si quieres saber más, te invito a que eches un vistazo a otras páginas y entradas del blog y descubras porqué necesitamos iniciar la transición y cómo podemos lograrlo.


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