LA ECONOMÍA CIRCULAR Y EL COMERCIO INTERNACIONAL.
1. EL COMERCIO, MOTOR DE LA CIVILIZACIÓN.
Es evidente que la economía es el
motor de todos estos cambios y que la mayoría de estos están relacionados,
directa, o indirectamente, con el Comercio Internacional. El comercio ha sido,
es y será el impulsor civilizatorio por excelencia y, así, ha venido modelando
y configurando toda la Historia de la Humanidad. Así, ya en la Antigua Mesopotamia se desarrollaron
sistemas de cálculo decimales para poder ser aplicados en las transacciones
comerciales, al igual que se inventaron las unidades de peso o la moneda para
poder facilitar el comercio entre los diferentes pueblos asentados en los
fértiles valles de los ríos Tigris y Éufrates, que también dieron origen a la
escritura, dada la necesidad de dejar constancia y reflejar, por ejemplo, un
inventario de las mercancías de que disponían los comerciante, siendo de tal
importancia que hasta en las leyes, como en el Código de Hammurabi, se
regulaban aspectos comerciales, como precios o derechos de consumidores y
comerciantes. Posteriormente, en el Antiguo Egipto, rico en recursos gracias al
fértil Valle del Nilo, revolucionó el comercio a través del desarrollo de las
primeras embarcaciones modernas, empleando técnicas que aún se utilizan hoy en
día, a través de las cuales pudieron comerciar con pueblos al otro lado del
Mediterráneo, pero también establecieron rutas comerciales terrestres,
trayendo, por ejemplo, minerales como el lapislázuli desde tierras tan lejanas
como Afganistán, utilizándolo en bustos y joyas de faraones y nobles.
La civilización fenicia, eminentemente
comercial, nos dejó el alfabeto, la Civilización Griega, en su expansión por el
Mediterráneo, estableció ciudades-estado a través de toda la costa, llevando
consigo su filosofía, su arte y su cultura, bases de la Civilización
Occidental; gracias al comercio internacional, Roma pasó de ser una República a
un Imperio, y en su expansión nos dejó, por ejemplo, la lengua y leyes, base de
idiomas y sistemas jurídicos como el nuestro. Desde Al-Ándalus llegaron a
Europa Occidental el sistema de numeración moderno, que a su vez se importó de
la India, así como conocimientos en disciplinas y ciencias como la astronomía,
que, junto con la traducción que efectuaron de los textos filosóficos y
tratados científicos de la Grecia Clásica, impulsaron la Época del
Renacimiento, donde el arte, la filosofía experimentaron un resurgir que sentaron
los pilares de la modernidad. A través
de la Ruta de la Seda, entraron en Europa el papel, la pólvora o la brújula, lo
que supuso un auténtica revolución e impulsó, tras la desaparición de dicha
ruta comercial, que portugueses y españoles se lanzasen a la búsqueda de nuevas
rutas marítimas comerciales hacia China y la India, provocando el
Descubrimiento de América y la creación de los primeros Imperios Globales,
uniendo por primera vez Asia, América, África y Europa, a través de rutas
comerciales como el Galeón de Manila, que supuso un intercambio no solo de
bienes y productos, sino también de conocimientos, con la fundación de ciudades
y universidades en otros continentes, y el intercambio mutuo de disciplinas
científicas y técnicas, que, traídas por portugueses, españoles y,
posteriormente, británicos, neerlandeses y franceses, provocaron las
Revoluciones Industriales.
Revoluciones Industriales que trajeron
consigo nuevas ideas políticas que configuraron el mundo en nuevas alianzas
entre potencias, que se repartieron el comercio internacional y que
desencadenaron en conflictos internacionales, como ambas Guerras Mundiales.
Para tratar de recuperarse de las consecuencias devastadoras para la economía
que conflictos como estos generaron, se propusieron medidas como la supresión
de aranceles entre países vecinos y amigos para facilitar el flujo comercial
entre ellas, naciendo así entidades como el Benelux, que, unido a los esfuerzos
futuros para sellar la paz entre las naciones enfrentada, a través de la
cooperación económica, nació el germen de la actual Unión Europea, el mayor
mercado único del mundo y que ha servido de ejemplo en otras partes del mundo,
como la reciente firma del Tratado de Libre Comercio entre la inmensa mayoría
de las naciones del continente africano.
Es por ello que resulta evidente que
la economía es el motor del mundo y la mayor fuerza generadora de cambios de
cualquier sociedad y, así, a consecuencia del desarrollo del comercio
internacional, se han alumbrado las civilizaciones, se han levantado imperios,
se ha impulsado la ciencia y la tecnología, han surgido y se han expandido
ideas políticas y religiosas, manifestaciones culturales y artísticas e
idiomas, se han establecido alianzas que han declarado guerras y se han firmado
acuerdos de paz, que han dado lugar a otras nuevas.
2. UN MUNDO GLOBALIZADO:
El devenir histórico de la Humanidad,
nos ha traído al mundo global y globalizado actual, que, en el plano económico,
se materializa, principalmente, en el cada vez más desarrollado comercio
internacional. Grandes y pequeñas compañías de todo el mundo realizan
transacciones comerciales y pueden operar en cualquier mercado gracias a los
avances tecnológicos, la mejora de las infraestructuras y un marco regulatorio
cada vez más proclive al fomento de Acuerdos de Libre Comercio. Igualmente, el
sistema financiero internacional y su adaptación a la nueva realidad, permite
que estas transacciones puedan realizarse prácticamente de manera instantánea.
Hoy en día se puede adquirir o vender casi cualquier bien o, prestar o
solicitar una alta gama de servicios desde cualquier parte del mundo, operando
en cualquier divisa.
Estas nuevas redes de comercio
internacional alcanzan cada rincón del Planeta y se podría decir que, al igual
que en los siglos pasados, son las que más están contribuyendo a la
globalización de la sociedad en todos los aspectos. El Comercio Internacional
sigue teniendo un efecto directo en el intercambio de conocimientos, o de
cultura entre diferentes sociedades de distintos lugares del mundo,
considerando que trabajadores y emprendedores de todas partes ahora necesitan
interactuar más entre ellos, llevando consigo sus ideas empresariales y su
know-how a cada rincón al que acuden, y lo mismo ocurre con todos aquellos
individuos que se establecen en unos u otros países en búsqueda de nuevas
oportunidades o simplemente a consecuencia de los traslados provocados por la
expansión de las compañías en las que trabajan, o por motivos académicos o
turísticos, exportando consigo, a los lugares
a los que se desplazan, su cultura, su idioma o, incluso, su religión o ideas
políticas, pero también importando a sus países de origen aquellas
manifestaciones culturales e ideas de los lugares que visitan o en los que se
han establecido durante un tiempo.
Lógicamente, aunque el intercambio es,
en general, positivo, también genera, en ocasiones, ciertos problemas: las
inquietudes y temores de las sociedades de una y otra parte del mundo porque
ideas y valores contrarios a su cultura lleguen a sus países de la mano de
migrantes procedentes de otros rincones del Globo, o porque sus estados sean
incapaces de absorber a un gran número de personas que tienen una serie de
necesidades que aspiran a cubrir en los países a los que migran, como, por
ejemplo, un empleo, lo que desata, en ocasiones oleadas de racismo y xenofobia
las masificaciones de turistas que generan perjuicios para los locales; o, una
cuestión muy de actualidad, la propagación de pandemias originadas en una parte
del mundo que se extienden rápidamente por el resto del Planeta; el estallido
de crisis financieras a nivel global; o, por último, el incremento de los
problemas medioambientales derivados del incremento en la producción y el
tráfico de mercancías, derivados, directamente, del aumento del comercio
internacional.
La Globalización es un proceso de
cambios y de retos inexplorados y, en muchos casos, impredecibles al que
tenemos que adaptarnos y con el que tenemos que aprender a vivir. No se trata
de aceptar o no que este fenómeno se está produciendo, sino asumir que está
ocurriendo y que seguirá haciéndolo a causa del propios progreso y desarrollo
humano, por ello, se hace igualmente imprescindible reconocer que debemos
adoptar medidas y políticas que sean capaces de responder a las necesidades que
debemos cubrir en el contexto que nos está tocando vivir.
Es inútil escudarse en el frecuente
argumento de que, si un sistema ha funcionado siempre, no hay necesidad de
cambiarlo, porque la única verdad que se ha mantenido constante a lo largo de
milenios de Historia, es que el ser humano se adapta y cambia según sus
necesidades e inquietudes en cada momento, por ello, ante este fenómeno de la
Globalización, plantear un cambio de sistema es necesario y se explica como
parte del propio proceso evolutivo del ser humano. Ese cambio propuesto tiene
nombre y se llama “economía circular”.
Este nuevo paradigma económico del
S.XXI nace en el contexto de la Globalización, en un mundo donde las fronteras
son cada día más difusas, y donde las actividades comerciales internacionales
desencadenan una oleada de cambios bruscos y desconocidos hasta el momento, a
la que todavía no sabemos cómo hacer frente.
3. ECONOMÍA CIRCULAR PARA UN MUNDO
GLOBALIZADO:
Que la economía circular es un modelo
de producción y consumo llamado a revolucionar todo el sistema económico a
nivel global, es bien sabido por todos. Una transición hacia la economía
circular reportaría una gran cantidad de beneficios económicos y permitiría
incentivar el desarrollo humano sin comprometer la salud del medio ambiente,
ahora bien, resulta más difícil encajar este fenómeno en el ámbito del comercio
internacional, teniendo en cuenta que, como ya se ha explicado, precisamente es
al amparo de este proceso de internacionalización del comercio en el que han
producido todos estos nuevos retos medioambientales, económicos o políticos,
entre otros y teniendo en cuenta que nadie está dispuesto a renunciar a ese
progreso e intercambio comercial que, aunque con sus sombras, ha aportado tanto
al desarrollo económico de todos los Estados.
Por ello, si el comercio internacional
forma parte inherente del desarrollo económico y civilizatorio humano, y si la
economía circular se hace necesaria para combatir, en gran medida, buena parte
de estos nuevos retos, tenemos que encontrar la manera de encajar ambos
fenómenos y de conseguir que, juntos, sean el impulso que cambie la
configuración de nuestro modelo de usar y tirar que, aunque antaño nos ha
reportado tantos beneficios, se ha quedado obsoleto e inútil en la realidad del
S.XXI.
El comercio internacional es, en gran
medida, responsable del aumento de la emisión de gases de efecto invernadero,
de la polución y contaminación de los océanos, de la destrucción de hábitats
para aumentar la producción agrícola, ganadera e industrial o del aumento de
residuos no reutilizables en los vertederos. El incremento de la demanda
mundial y el mejor acceso a los bienes y servicios a nivel global para
cubrirla, hacen que el comercio internacional cobre más importancia cada día,
consiguiendo, además, que este modelo lineal siga vigente y que parezca
imposible cambiarlo por otro más sostenible; por lo que podríamos decir que el
comercio internacional ha creado el monstruo que la economía circular quiere
derribar y que parece imposible que pueda llegar a conciliar con este nuevo
sistema.
No obstante, el comercio internacional
puede ser también un revulsivo para promover la economía circular alrededor del
mundo. Con el cambio de mentalidad de las nuevas generaciones y las nuevas
oportunidades de negocio que están surgiendo, se abre la posibilidad de
exportar estas ideas al exterior y de crear un mercado internacional para esos
nuevos bienes y servicios. Por ejemplo, en el modelo circular, en el que los
residuos reciclables se convierten en materias primas y, por tanto, en bienes
comerciables, pueden ser exportados e importados para la fabricación de nuevos
productos que, a su vez, están abiertos a todos los mercados; las nuevas
tecnologías hacen posible que servicios de internet u otros puedan ofrecerse a
nivel internacional, y los Estados y Organizaciones Internacionales pueden
intentar promover políticas de cooperación política y comprometerse en los
Acuerdos Comerciales que firmen entre ellos, para sustituir viejos hábitos y
metodologías por las nuevas ideas de la economía circular, favoreciendo que
emprendedores y empresas con una presencia histórica en el mercado, puedan dar
salida a sus nuevos productos y servicios más sostenibles.
Gracias al comercio internacional, por
ejemplo, los países en vías de desarrollo, que necesitan abundantes materias
primas y que se encuentran actualmente entre las economías de mayor rápido
crecimiento del mundo, pueden encontrar en los países occidentales residuos,
excedentes o bienes reutilizables, o de segunda mano, gracias a los cuales
pueden satisfacer la demanda interna de una clase media cada vez mayor.
Igualmente, la creación o desarrollo
de las nuevas áreas de libre comercio pueden favorecer a que los bienes y
servicios circulen entre unos y otros países con mayor facilidad, eliminando
las trabas administrativas y regulatorias, y facilitando el emprendimiento y el
intercambio de conocimiento, hace posible que el cambio de mentalidad se
contagie y que los nuevos modelos de negocio se implementen en diferentes
países a nivel global, favoreciendo un cambio progresivo en la mentalidad de
consumidores y usuarios, que considero el pilar fundamental para que la
transición hacia una economía circular se produzca.
Del mismo modo, gracias al impulso que
mercados tan importantes como la UE han tomado en relación a la aplicación de
planes de acción o estrategias encaminadas a la transición hacia una economía
circular, los mercados extranjeros que quieran acceder y comerciar con ellos,
tendrán que adaptar sus productos y cumplir con los estándares que nacen de
esas iniciativas y políticas, por lo que los pasos de unos, pueden contagiar a
otros que, quizás más por necesidad que por convencimiento, tienen que adaptar
los productos que ofrecen a las demandas de los mercados a los que quieren acceder.
Por último, en aquellos otros estados
donde quizás las instituciones no han adoptado todavía las medidas necesarias
para iniciar el proceso de transición, pero que se ven especialmente afectados
por sucesos como la contaminación del plástico en los océanos, son varios los
agentes y emprendedores locales que han iniciado campañas o han desarrollado
ideas para combatir el problema, creando soluciones que, gracias a las nuevas
tecnologías y a las redes sociales, pueden servir para impulsar la economía de
esas zonas y crear nuevas redes comerciales con otras zonas que sufran
problemas similares.
El comercio no consiste únicamente en
el intercambio de bienes y servicios, el intercambio de ideas es también una
parte sustancial de las actividades comerciales, pues, en definitiva, para
competir en un mercado y tener éxito es imprescindible materializar una idea y
convertirla en un bien, servicio o producto determinado que satisfaga los
intereses y las necesidades de los consumidores y usuarios. Las ideas son patrimonio
inmaterial del comercio y viajan con él a dónde quiera que este vaya. Es la economía circular un modelo todavía
bastante inexplorado, por lo que permite descubrir e indagar infinidad de
nuevas soluciones innovadoras que nunca han sido explotadas con anterioridad,
ideas que se pueden transformar en productos, bienes y servicios que tienen a
su alcance, gracias a la Globalización de la economía, cualquier mercado
existente en el mundo. La economía circular es la economía de las nuevas ideas
y, a mayor integración del comercio internacional, mayores posibilidades de que
estas ideas se compartan y se trasladen a todos los mercados.
Las ventajas para la economía circular
de un comercio internacional consolidado y fuerte son innumerables, pero los
escollos que debe superar este nuevo modelo económico en el comercio
internacional son todavía considerables y, de este modo, por citar solo algunos
ejemplos, según un reciente estudio del Institute for European Environmental
Policy[1] (en adelante IEPP), las restricciones en la importación de residuos
de plástico, utilizado como materia prima, que han aplicado ciertos países,
como China, pese a que ha incentivado que se desarrolle su propio mercado de
reciclaje de plástico, ha provocado que nuevos países, como Tailandia o
Malasia, que aún no cuentan con la infraestructura necesaria, se hayan
convertido en los principales importadores de residuos plásticos, generando un
impacto medioambiental negativo y un problema de salud para trabajadores de las
plantas (oficiales o clandestinas), que están expuestos a los elementos tóxicos
sin ningún control, y también ha afectado enormemente al sector del reciclaje
del plástico de los principales exportadores, como la UE o EE.UU, que dependían
en gran medida de las importaciones chinas y, ahora, no solo su puertas se han
cerrado, sino que deben competir contra el gigante asiático en una región donde
tiene mucho peso e influencia.
El caso anterior es un ejemplo
paradójico de cómo el comercio internacional puede ser un aliado estratégico
para fomentar e incentivar políticas de economía circular en otros países, o un
Caballo de Troya que no hace sino perpetuar el mismo problema al que se quiere
hacer frente. Es un arma de doble filo y aceptando sus bondades, contribuciones
y ventajas, que son muchas, también se tienen que asumir sus inconvenientes y
su impacto negativo, que tampoco son escasos.
Por otro lado, los efectos de esta
prohibición y el problema que le ha generado a la UE, ha servido para que esta
reaccione y haya avanzado en políticas de reducción, reutilización y reciclaje
(3R Policies), como la promulgación de la Directiva de plásticos de un solo
uso, para evitar la generación de residuos plásticos, y también ha incentivado
a que otros países sigan la estela de China y Tailandia, Vietnam, Malasia o la
India ya han anunciado que aplicarán restricciones similares a la importación
de residuos plásticos, lo que, presumiblemente, impulsará las propias políticas
nacionales de tratamiento y reciclaje de residuos de estos países.
Otro ejemplo similar es la prohibición
existente en la UE para exportar residuos electrónicos fuera de las fronteras
de la Unión (salvo que los residuos sean de aparatos que todavía funcionen y
estén operativos), en virtud del Reglamento sobre traslados de residuos del año
2006 y sucesiva normativa, como parte de los compromisos adquiridos del
Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de los
desechos peligrosos y su eliminación, que entró en vigor en 1992 y del que la UE
forma parte desde 1994.
Pese a la entrada en vigor de todas
estas normas, la exportación de estos residuos electrónicos ha seguido
produciéndose, y se calcula que, en el año 2019, alrededor de 400.000 toneladas
de este tipo de residuos salieron de la UE destino a Asia y África,
principalmente, yendo a parar a sitios como el vertedero de Agbogbloshie, en
Ghana, considerado el cementerio tecnológico del planeta y el lugar más
contaminado de la Tierra. No obstante, en muchos casos, estos residuos
electrónicos están revitalizando la economía de algunos de los rincones a donde
arriban, creando una red empresarial en el sector de la reparación de residuos,
y ayudando a reducir la brecha tecnológica de estos países con respecto a
Occidente, aunque, bien es cierto, como en el caso de los plásticos, en la
mayoría de los casos se produce a costa de la salud de las personas y del medio
ambiente.
La recuperación y reutilización de
residuos es esencial para la economía circular, y el mercado de los residuos
genera nuevas oportunidades que pueden ayudar a revitalizar zonas deprimidas a
nivel mundial, el problema surge cuando las lagunas legales y los compromisos
vacíos de las instituciones provocan un descontrol y producen problemas
subyacentes como los ya citados. Es por eso que las nuevas necesidades han
hecho que la colaboración internacional se incremente con respecto a esta
cuestión y que se hayan propuesto soluciones que solventarían gran parte de los
inconvenientes y potenciarían las ventajas de este comercio de residuos, como,
por ejemplo, la inclusión de estrategias para el tratamiento de los flujos de
residuos electrónicos, a través de la creación de corrientes que permitan la
devolución de estos residuos a la UE, que dispone de los medios para una
correcta recuperación de los materiales, o, a través de la Ayuda al Desrarollo,
ayudando a crear la capacidad en los países importadores de estos residuos para
que sean capaces de reciclarlo de manera eficiente y segura.
Con todos estos ejemplos y, en vista
de la evolución histórica que ha experimentado la Humanidad desde el origen de
los tiempos, sigue vigente la configuración del comercio como un fenómeno
modelador de las sociedades. No existe un cambio sin causas económicas detrás,
sin que exista detrás una motivación o explicación comercial y, en este nuevo
mundo globalizado, el comercio internacional juega ese papel definitorio.
Es utópico pensar que todos los
cambios van a ser positivos y de que se van a acabar todos los problemas cuando
consigamos implantar un modelo económico circular, entre otras cosas, porque
sin esos retos, la Humanidad jamás se habría desarrollado hasta donde lo ha
hecho. Los retos son los que nos hacen reaccionar y buscar soluciones que nos ayuden
a adaptarnos y la adaptación es la característica principal de la evolución.
Los errores, las equivocaciones y la elección de caminos erróneos forman parte
del proceso de aprendizaje evolutivo, por ello, creo firmemente que la economía
circular acabará imponiéndose en algún momento futuro y que la necesidad de
seguir comerciando a nivel internacional sin comprometer nuestro desarrollo
será el motivo principal por lo que suceda.
Hemos venido adoptando, como se puede
ver en los ejemplos, medidas tendentes al desarrollo de políticas y estructuras
circulares que han generado la apertura de nuevos mercados y que han provocado
consecuencias a veces contrarias a las deseadas, pero esos mismos problemas que
han surgido a causa de nuestro anhelo inherente y nato por comerciar e
intercambiar bienes, servicios, conocimientos e ideas son los que nos han hecho
darnos cuenta de que tenemos que seguir trabajando y buscando soluciones para
seguir evolucionando como civilización y como sociedad.
No podemos considerar al comercio
internacional como un enemigo de la economía circular y del crecimiento
sostenible, porque pedirle al hombre que deje de comerciar, sería como pedirle
que dejase de ser humano, además, no hay modelo económico sin actividades
comerciales, por lo que, igualmente, pretender desprender a un fenómeno nacido
en el contexto de la Globalización, como la economía circular, de su
perspectiva y su esencia comercial internacional, sería inutilizarlo
completamente.
Por ello, debemos aceptar los riesgos
que entraña el comercio internacional para el modelo circular, pues únicamente
enfrentándonos a ellos seremos capaces de ofrecer y desarrollar mejores
prácticas y políticas y de detectar otros muchos errores que no están al
alcance de nuestra capacidad de previsión. El mercado es un ecosistema con vida
propia que se va regulando lenta, pero eficazmente y será, gracias precisamente
a la internacionalización de nuestra economía y nuestro comercio, que las ideas
y prácticas circulares se contagien y se expandan por todo el mundo.
Los
nuevos emprendedores, ya concienciados con la situación que les ha tocado
vivir, así como unos consumidores y ciudadanos que demandan, en todo el mundo,
un cambio en la calidad de los bienes que consumen y de las políticas que rigen
el modelo económico, acabarán forzando el cambio y conseguirán que cada se
implementen más y más este paradigma económico. Gracias al comercio
internacional, como ocurría en la Antigua Mesopotamia, en el Imperio Romano, o
en la Era de los Descubrimientos, se exportarán, junto con las mercancías, los
conocimientos y las ideas que impulsen el cambio. No todas las consecuencias de
aplicar este cambio serán buenas, y tampoco será un modelo perfecto, pero, con
toda probabilidad, seguirá contribuyendo a la configuración de nuestra
civilización y de nuestra sociedad, que, hoy en día, es más global y más
internacional que nunca.
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