Una Economía Circular para hacer frente a los retos demográficos.
El mundo y la sociedad del Siglo
XXI han cambiado mucho en muy poco tiempo. En 1950, se estimaba que la
población mundial era de 2.600 millones de personas, en 2015, la población
mundial alcanzó los 7.300 millones y, según estimaciones de la ONU, en 2050, la
Tierra será el hogar de 9.6700 millones de personas. A este incremento
poblacional, hay que sumar otro hecho diferenciador de la sociedad del siglo
XXI, que es su carácter cada vez más urbano y urbanizado. La población urbana
es la de más rápido crecimiento en todos los rincones del Planeta, habiendo
crecido a pasos agigantados en los últimos años, pasando de los 751 millones en
1950 a los 4,2 mil millones en 2018. Mientras que en 1960, según el Banco
Mundial, la población urbana representaba un 33%, en la actualidad representa
algo más del 55%, y, según el informe “The 2018 Revision of World Urbanization
Prospect”, se estima que para 2050 representará el 68%.
Gracias a la mejora de nuestros
sistemas sanitarios, a la investigación, a la mejora de la higiene y la
alimentación, entre otros factores, la esperanza de vida se ha visto igualmente
afectada y, mientras en 1960 era, a nivel mundial, de 52 años, actualmente
ronda los 72 y, según estimaciones de la ONU, en su último World Population
Prospects 2019 , la esperanza de vida podría alcanzar los 77 años. Por último,
hay que resaltar que la pobreza registró su tasa más baja —del 10 %— en 2015,
según el Banco Mundial, y, en 2018, solo el 8% de la población gasta menos de
dos dólares al día. Por primera desde que se registran datos, el pasado año
2018, los pobres en el mundo dejaron de
ser mayoría, según un estudio del Brookings Institute, cuya subsidiaria, World
Data Lab, confeccionó un reloj interactivo con actualizaciones a tiempo real de
la movilidad social en el planeta con información de 188 países. Se estima que
habrá 4.000 millones de habitantes de clase media para 2020 y 5.300 millones
para 2030.
A la vista de estos datos, es
innegable afirmar que el siglo XXI es un siglo de retos demográficos. Aunque,
si bien es cierto que según datos de Naciones Unidas, la tasa de fertilidad
está tendiendo a la baja en todo el mundo, la reducción de la mortalidad
infantil y de la pobreza, el aumento de la esperanza de vida y las todavía
elevadas tasas de natalidad de buena parte de los países del mundo, han
provocado que el presente siglo se configure como una era de cambios sociales y
demográficos importantes.
Estos cambios en la estructura de
nuestra sociedad se están produciendo de manera muy veloz, y evidentemente,
tienen un efecto directo sobre nuestra economía y nuestro desarrollo. El
incremento de la población mundial a pasos agigantados, así como el rápido
crecimiento de la población urbana y el consecuente abandono rural generan
importantes cambios y nos colocan ante nuevos desafíos.
Las ciudades son los núcleos de
población más demandantes de recursos y los que, por ende, más residuos
generan. Un incremento de la población urbana implica que, tanto la demanda de
recursos necesaria para abastecer las necesidades de la población urbana, como
los residuos generados por las actividades económicas, van a incrementar de
manera proporcional a este suceso. Si a eso le sumamos que, la población cada
vez tendrá un poder adquisitivo mayor, lo que le permitirá aumentar su
capacidad de consumo, este incremento todavía será mayor. Sin embargo, en
contrapartida, ya estamos viendo en la actualidad que los recursos naturales de
los que disponemos son cada vez más exiguos. El agua, la pesca, la minería a
gran escala, los recursos forestales, son algunos ejemplos de recursos que, en
muchas partes del Planeta son cada vez más escasos. Por otra parte los residuos
sólidos urbanos (aquellos producidos en domicilios particulares, comercios,
oficinas y servicios, entre otros),
generados de las actividades económicas, crecen, en general, a un ritmo
superior al incremento de la población. Por poner sólo un ejemplo, en la
Comunidad de Madrid la población creció en el último decenio un 3,5%, mientras
que la tasa de generación de RSU por habitante y día lo hizo en un 44,22%. Por
ese motivo, los vertederos en los que se almacenan estos residuos están al
borde de su capacidad, como el caso de Dubai, donde se espera que sus dos vertederos se queden próximamente sin
espacio para albergar toda la cantidad de residuos que se generan en el Emirato.
La situación es tan grave que incluso nuestros océanos y espacios naturales se
han convertido en vertederos, estimándose consecuencias alarmantes como que en
el año 2050 el plástico del mar pesará más que todos los peces.
Si la situación es alarmante hoy
en día, teniendo en cuenta las previsiones de crecimiento y distribución de la
población, en un futuro próximo, de continuar por la misma senda, empeorará aún
más. Por ello, necesitamos un modelo de crecimiento y desarrollo que sea capaz
de revertir esta situación y de garantizar que el crecimiento poblacional y
económico no comprometa la salud, el medio ambiente, y a las generaciones
futuras.
Ese modelo existe, y es la
economía circular. La economía circular, al generar un flujo constante de
materias primas y eliminar la idea de residuos, permite crear un sistema de
desarrollo en el que el mayor consumo no se traduzca en un mayor déficit de materias
primas, pues, en lugar de crear nuevos productos para la demanda cada vez
mayor, se les da usos alternativos a aquellos que ya existen, por lo que, en
lugar de acabar en el vertedero, vuelven otra vez al flujo de producción.
Las ciudades se van a convertir
en las próximas décadas en los laboratorios de economía circular, la única
manera de conseguir que los núcleos urbanos sean lugares sostenibles, es
disminuyendo la cantidad de residuos que se generan en ellos e, incluso,
aspirando a que sean en un futuro completamente eliminados, así como
optimizando los recursos para garantizar que el acceso a los bienes y servicios
esté al alcance de todos sus ciudadanos.
Las ciudades son los centros
económicos y políticos, y cada vez lo serán más, tanto es así que ciudades como
Tokio, Bombay, Estambul o Londres aglutinan más población y mueven más dinero
que países enteros; y muchas otras ciudades poseen alrededor de la mitad de la
población, o incluso más, que la del propio país al que pertenecen. Las
decisiones políticas y económicas principales del Siglo XXI se tomarán desde
las ciudades, por ello las ciudades son las que deben impulsar el cambio,
porque también serán las que más comprometidas se vean si no se consolida la
transición hacia el modelo circular.
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